Artículo
(Fecha: 07/11/2002)


-(La aeronavegación de cabotaje ha tenido un crecimiento impresionante desde su desregulación )-

TARIFAS SOCIALES AEREAS: UNA MALA IDEA EN UN MAL MOMENTO

Firma:Pablo T. Spiller
Catedrático, Universidad de California, Berkeley, y Director, LECG LLC
[ P ]El efecto de la Resolución 35 es el opuesto de lo que el Gobierno debería estar buscando

** Nota **A través de la Resolución Nº 35/2002 publicada ayer por el Ministerio de la Producción, el Gobierno acaba de decretar la tarifa social aérea. Esta resolución implica una supuesta baja de precios para los residentes de ciudades alejadas de varias provincias que deseen volar ida y vuelta a la Capital Federal. Si bien esta medida parecería ser bien intencionada –bajar el costo de movilizarse a la Capital Federal a sectores sociales supuestamente afectados por la crisis–, el impacto real será exactamente el opuesto. La Resolución 35 hace que el servicio a ciudades del interior sea todavía menos redituable de lo que era previo a esta medida. Dado que la rentabilidad de cada vuelo baja, la frecuencia de los mismos bajará, por lo que el servicio a dichas provincias será inferior a lo que era hasta ahora. Más aún, dado que el sector de aeronavegación opera, en principio, en forma competitiva, el precio promedio de cada vuelo tendrá que cubrir en promedio los costos de dichos vuelos. Dado que la medida no baja los costos, y dado que al bajar la frecuencia el costo promedio aumenta, el precio promedio de pasajes hacia y desde el interior aumentará. Al aumentar el precio promedio, la demanda por esos servicios bajará, por lo que la frecuencia de servicio bajará aún más, aumentando, por lo tanto el costo y el precio promedio. Si bien el precio promedio aumentará, las ganancias de las empresas bajarán en lugar de subir. Las ganancias bajan simplemente porque la tarifa social hace que cada uno de esos mercados sean menos redituables. El aumento de precios simplemente refleja la reducción en el servicio. El efecto, entonces, de la Resolución 35 es exactamente el opuesto de lo que el Gobierno debería estar buscando. La Resolución 35 es inflacionaria y recesiva al mismo tiempo. Aumenta los precios promedios, pero baja el nivel de servicio y la rentabilidad de los operadores.
Sin tomar en consideración la constitucionalidad o no de la medida, el presidente Duhalde haría bien en informarle a su Gabinete que de ahora en adelante usen economía antes de tomar sus resoluciones, y que busquen medidas que no tengan tales efectos recesivos.
El problema asociado con la tarifa social aérea es fundamentalmente distinto al problema asociado con las tarifas sociales que el Gobierno ha estado promoviendo en servicios públicos como electricidad y gas. En los sectores de distribución de electricidad y gas los inversores operan bajo marcos regulatorios en los cuales los precios están sujetos a regulación de manera tal que las tarifas cubran en forma esperada los costos, tanto operativos como de expansión (esto, claro está, no se cumple desde el rompimiento de los contratos). Por lo tanto, si el Gobierno determinase en momentos normales una tarifa social para un sector específico, la diferencia entre el costo de otorgar ese servicio y la tarifa social debería ser cubierta o por el Estado a través de un subsidio directo, o por subsidios cruzados. Estos subsidios cruzados se dan a través de un aumento en los precios a otros usuarios para cubrir los costos de la tarifa social. Para que este aumento sea factible se tiene que dar dos condiciones: primero, el operador tiene que tener un monopolio, de manera tal que al aumentar los precios los usuarios no se vayan a la competencia. Segundo, la demanda tiene que ser suficientemente inelástica, de manera que al aumentar el precio para el sector no subsidiado, no haya una baja importante en el consumo.
En la navegación aérea esas condiciones no se dan. A diferencia de los sectores de gas y electricidad, las aerolíneas operan en un entorno regulatorio competitivo. Los precios a los usuarios finales no están regulados. Las decisiones sobre qué mercados cubrir y qué servicio brindar son tomadas exclusivamente por las empresas. No hay un quid-pro-quo regulatorio, por el que si una aerolínea cubre un mercado deficitario recibe en contrapartida un mercado en monopolio –u oligopolio– que le compensa. Al menos en los mercados de cabotaje existe libre entrada. Mientras los mercados deficitarios se achican o se eliminan, los mercados redituables tienen expansión y nuevos oferentes. Nuevos operadores entran y salen de mercados de acuerdo a la rentabilidad de los mismos. Esta es la lógica cruel de los mercados. Cambios en esta lógica nos están llevando a una década más atrás. Durante años Aerolíneas y Austral se dividieron el mercado de cabotaje con precios regulados y altos. La aeronavegación de cabotaje ha tenido un crecimiento impresionante desde su desregulación hace una década con una baja continua en los precios reales. Los pasos para atrás que este Gobierno está dando deben revertirse urgentemente



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